“DEL OTRO LADO DEL ALAMBRE, POR FAVOR”
Mario Barandiaran
A través de los años que llevo viendo rugby en todas sus divisiones, observo actitudes que me parecen reprochables en el rugby. Me refiero a los entrenadores, padres y simpatizantes que se pasan todo el partido dándole indicaciones a los jugadores cuando estos están intentando desarrollar su juego. Seguramente quienes tienen esta actitud los hacen con toda su buena voluntad creyendo que de esta manera lograran mejorar el juego de sus jugadores.
Pero en realidad en realidad estoy convencidos que el efecto es justamente inverso.
Tengo siempre en mi memoria una frase de Carlos Salvador Bilardo cuando dirigía el Seleccionado Nacional Argentino. En su etapa preparatoria jugando frente a Suiza en una determinada jugada se le acerca a Néstor Clausen y le pregunta porque motivo realizó la jugada que había hecho. La respuesta del jugador fue –“pensé que era lo más adecuado” – a lo que el técnico replicó – “Ud. no piense, eso lo hago yo, dedíquese a jugar “.
Cuando observo partidos de rugby y veo la actitud de los entrenadores gritando sobre la línea de cal a sus jugadores siempre me viene a la memoria la charla ente Clausen y Bilardo.
Queda la sensación que debemos, además de saber rugby, tener que demostrarlo en los partidos arengando a nuestros jugadores como si ellos no fueran lo suficientemente inteligentes como para poder buscar soluciones a los problemas que el juego les está planteando.
La actitud del entrenador al costado de la cancha dando permanentemente indicaciones provoca en el jugador un efecto nocivo porque el comportamiento policíaco que este ejerce, lo priva del aprendizaje que un partido le brinda y “retrasa” su desarrollo. El jugador se limita a obedecer órdenes todo el tiempo con el temor que si no cumple puede ser cambiado o no jugar el próximo partido.
El jugador de rugby está dentro de una cancha por muchos motivos: el enorme placer que le da jugar rugby; por sus condiciones básicas y su compromiso por el juego; por los conocimientos que tiene y que debe aplicarlos para jugar bien. En resumidas cuentas, qué sabe del juego y como actúa en consecuencia. Todos estos atributos no deben ser avasallados por el entrenador dando órdenes permanentemente desde afuera haciendo que las capacidades del jugador queden en nada.
Claro que la pregunta que se estarán haciendo es que para que sirve un entrenador? Y la respuesta es que para muchas cosas pero en el caso exclusivo del juego debería ser el generador de estrategias para que puedan ser ejecutadas por los jugadores, así de simple son obstruir la audacia, creatividad e inspiración de los ellos. Todo esto debe ser desarrollado los días del entrenamiento, entendiendo que durante el desarrollo del partido todo tiene que haber estado hecho con anterioridad y que la función en ese momento es la de ser un gran observador para poder detectar los problemas que el juego le están proponiendo al equipo y que éste no puede resolver.
Durante el desarrollo del partido es factible dar alguna indicación a un jugador o a otro, pero esta indicación debe surgir de un análisis racional que difícilmente pueda hacerse pegado a la línea de cal.
Dos reflexiones escritas por Roberto Perfumo: “1) Es importante entender que los equipos que deseen jugar a bien, deben jugar solamente versus sus adversarios ocasionales y no contra su propio entrenador y 2) los entrenadores deben comprender que ellos no juegan, ni tocan la pelota aunque la tentación sea muy fuerte. Esto los ayudará a pensar mejor durante el partido”.
Probablemente si logramos con el aporte de todos que podamos observar los partidos “del otro lado del alambre” estaremos cumpliendo con lo establecido por el reglamento de competencias pero mucho más importante que eso es que seguiremos colaborando con la formación de nuestros jugadores con decisiones propias.
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