LA ELECCIÓN DEL CAPITÁN
La elección adecuada del capitán es de vital importancia. Muchas veces se comete el error de fallar en la elección acertada del encargado de conducir al equipo. Si el capitán carece de la capacidad para implementar las variantes técnicas y tácticas necesarias para revertir
un resultado adverso todo el potencial de un equipo quedará anulado.
El capitán debe ser un líder, un jugador inteligente, un indiscutido, un ganador, un estratega, y un ser perceptivo de los problemas de sus compañeros. Debe jugar en su máximo nivel y durante el desarrollo del partido ir analizando el juego y motivando a su equipo. Debe asegurarse de que cada jugador explote sus virtudes al máximo y cumpla con los requisitos que le exige el puesto. Es aconsejable que en el último entrenamiento de la semana, durante los veinte minutos finales, el equipo practique bajo sus órdenes. Con esto el capitán reafirmará su autoridad ante el equipo y pondrá a prueba sus cualidades de líder. El mayor error que puede cometer un entrenador es intentar eclipsar la figura del capitán. Se sabe que una vez que el equipo entra a la cancha la función del entrenador ha terminado. El objetivo del entrenador es armar un equipo que con la dirección de su capitán funcione eficientemente. Una vez que el partido ha comenzado, el capitán toma posesión del control absoluto de su equipo y debe apelar a todo su conocimiento, liderazgo y criterio táctico para conducir a sus jugadores a la victoria. Un entrenador exaltado gritando desde el touch no hace otra cosa que acentuar su propio fracaso en la elección del capitán. Al dar indicaciones desde afuera de la cancha el entrenador está devaluando la autoridad del capitán y sólo logrará generar confusión en sus jugadores. A pesar de que todo equipo tiene su plan de juego, un buen capitán debe tener la visión y la capacidad de saber cambiar el planteo táctico, en pleno partido. Es el responsable de que el equipo tenga un equilibrio entre un rígido esquema de juego y la improvisación de los jugadores. En el rugby moderno el capitán no debe estar demasiado lejos de los forwards porque los partidos se ganan en el frente de batalla. El medio scrum tiene una ubicación privilegiada para ir evaluando la conveniencia de jugar con los forwards o utilizar los backs. Debe cumplir la doble función de arengar en algunos pasajes a jugadores abatidos y sin reacción o calmar a algún desaforado que perdió el control por alguna decisión del réferi. En momentos calientes y de confusión la sola presencia y la autoridad del capitán debe servir para señalarle al equipo el rumbo a seguir.
Es el principal motivador de sus jugadores y esta motivación debe estar orientada hacia “el hambre por ganar” y no a un fervor exagerado que convierte un ímpetu arrollador en una locura ciega donde se pierde la capacidad de pensar. Los jugadores no son pilotos kamikazes disputando su última batalla con un boleto de ida. Todo lo contrario, un equipo entra a la cancha con el objetivo de jugar un rugby pensante. Una fuerza controlada asociada a una técnica depurada da mejor resultado que un grupo de descerebrados yendo a la carga con una furia suicida. Debe tener una avasallante personalidad como para poder conducir eficientemente a su equipo, sobre todo, en condiciones adversas. Si no es así puede convertirse en el encargado de elegir salida o campo, o simplemente, saludar al réferi. La fuerza que otorga el bastón de mando reside en un respeto mutuo y recíproco entre el capitán y el entrenador y entre el capitán y los jugadores. Especialmente debe haber un reconocimiento indiscutido hacia quien ejerce la capitanía, por parte de los “caciques” que hay en cualquier equipo. El capitán no debe solicitar el respeto de sus dirigidos porque esta consideración se gana. No se logra con la potencia de los gritos, ni con la imposición de un régimen militar. Simplemente, se adquiere con la autoridad que impone un líder a través de la indiscutida calidad de su juego y de las acertadas decisiones en la conducción del equipo.
Cualidades requeridas
Para ser un buen capitán, es imprescindible tener confianza en uno mismo y en nuestra forma de jugar. Para algunos capitanes, la primera presión la sufren cuando empiezan a tener problemas en cuanto a si son indiscutidos en su puesto. En ese caso, tienen la preocupación de no saber qué poner en primer lugar: si su propio juego (su titularidad en el equipo), o su capitanía (olvidándose de sus aptitudes).
El capitán debe tener una clara noción de cada faceta del juego y un perfecto conocimiento de las fuerzas con que cuenta su equipo. Debe monitorear las reacciones de cada uno de sus jugadores y estar en condiciones de poder solucionar cualquier dificultad que surja.
Capacitación para la función
En la actualidad, hay un notable vacío en cuanto a la capacitación de quien tiene que ejercer la capitanía en la alta competencia. La tendencia mundial indica que la tarea de instruir a la persona que conducirá un equipo no es nada sencilla y demanda muchos años. Por otra parte, en los países avanzados los gurúes que manejan el mundo de los negocios emplean un prolongado tiempo en capacitar y perfeccionar a sus líderes. El recambio de un capitán como también la búsqueda de quien será el número uno en una empresa puede provocar un estrepitoso fracaso deportivo o costarle millones de dólares a una compañía. Cuando se realiza la evaluación para la designación del postulante, no debe confundirse: alto desempeño, con alto potencial. El elegido debe tener las dos condiciones. Es un error designar capitán a un joven relativamente inexperto y pretender que tenga los conocimientos necesarios como para manejar a sus jugadores bajo situaciones límites. Es tan difícil para una empresa encontrar un CEO competente, como para un equipo acertar con la designación de un buen capitán.
La elección adecuada del capitán es de vital importancia. Muchas veces se comete el error de fallar en la elección acertada del encargado de conducir al equipo. Si el capitán carece de la capacidad para implementar las variantes técnicas y tácticas necesarias para revertir
un resultado adverso todo el potencial de un equipo quedará anulado.
El capitán debe ser un líder, un jugador inteligente, un indiscutido, un ganador, un estratega, y un ser perceptivo de los problemas de sus compañeros. Debe jugar en su máximo nivel y durante el desarrollo del partido ir analizando el juego y motivando a su equipo. Debe asegurarse de que cada jugador explote sus virtudes al máximo y cumpla con los requisitos que le exige el puesto. Es aconsejable que en el último entrenamiento de la semana, durante los veinte minutos finales, el equipo practique bajo sus órdenes. Con esto el capitán reafirmará su autoridad ante el equipo y pondrá a prueba sus cualidades de líder. El mayor error que puede cometer un entrenador es intentar eclipsar la figura del capitán. Se sabe que una vez que el equipo entra a la cancha la función del entrenador ha terminado. El objetivo del entrenador es armar un equipo que con la dirección de su capitán funcione eficientemente. Una vez que el partido ha comenzado, el capitán toma posesión del control absoluto de su equipo y debe apelar a todo su conocimiento, liderazgo y criterio táctico para conducir a sus jugadores a la victoria. Un entrenador exaltado gritando desde el touch no hace otra cosa que acentuar su propio fracaso en la elección del capitán. Al dar indicaciones desde afuera de la cancha el entrenador está devaluando la autoridad del capitán y sólo logrará generar confusión en sus jugadores. A pesar de que todo equipo tiene su plan de juego, un buen capitán debe tener la visión y la capacidad de saber cambiar el planteo táctico, en pleno partido. Es el responsable de que el equipo tenga un equilibrio entre un rígido esquema de juego y la improvisación de los jugadores. En el rugby moderno el capitán no debe estar demasiado lejos de los forwards porque los partidos se ganan en el frente de batalla. El medio scrum tiene una ubicación privilegiada para ir evaluando la conveniencia de jugar con los forwards o utilizar los backs. Debe cumplir la doble función de arengar en algunos pasajes a jugadores abatidos y sin reacción o calmar a algún desaforado que perdió el control por alguna decisión del réferi. En momentos calientes y de confusión la sola presencia y la autoridad del capitán debe servir para señalarle al equipo el rumbo a seguir.
Es el principal motivador de sus jugadores y esta motivación debe estar orientada hacia “el hambre por ganar” y no a un fervor exagerado que convierte un ímpetu arrollador en una locura ciega donde se pierde la capacidad de pensar. Los jugadores no son pilotos kamikazes disputando su última batalla con un boleto de ida. Todo lo contrario, un equipo entra a la cancha con el objetivo de jugar un rugby pensante. Una fuerza controlada asociada a una técnica depurada da mejor resultado que un grupo de descerebrados yendo a la carga con una furia suicida. Debe tener una avasallante personalidad como para poder conducir eficientemente a su equipo, sobre todo, en condiciones adversas. Si no es así puede convertirse en el encargado de elegir salida o campo, o simplemente, saludar al réferi. La fuerza que otorga el bastón de mando reside en un respeto mutuo y recíproco entre el capitán y el entrenador y entre el capitán y los jugadores. Especialmente debe haber un reconocimiento indiscutido hacia quien ejerce la capitanía, por parte de los “caciques” que hay en cualquier equipo. El capitán no debe solicitar el respeto de sus dirigidos porque esta consideración se gana. No se logra con la potencia de los gritos, ni con la imposición de un régimen militar. Simplemente, se adquiere con la autoridad que impone un líder a través de la indiscutida calidad de su juego y de las acertadas decisiones en la conducción del equipo.
Cualidades requeridas
Para ser un buen capitán, es imprescindible tener confianza en uno mismo y en nuestra forma de jugar. Para algunos capitanes, la primera presión la sufren cuando empiezan a tener problemas en cuanto a si son indiscutidos en su puesto. En ese caso, tienen la preocupación de no saber qué poner en primer lugar: si su propio juego (su titularidad en el equipo), o su capitanía (olvidándose de sus aptitudes).
El capitán debe tener una clara noción de cada faceta del juego y un perfecto conocimiento de las fuerzas con que cuenta su equipo. Debe monitorear las reacciones de cada uno de sus jugadores y estar en condiciones de poder solucionar cualquier dificultad que surja.
Capacitación para la función
En la actualidad, hay un notable vacío en cuanto a la capacitación de quien tiene que ejercer la capitanía en la alta competencia. La tendencia mundial indica que la tarea de instruir a la persona que conducirá un equipo no es nada sencilla y demanda muchos años. Por otra parte, en los países avanzados los gurúes que manejan el mundo de los negocios emplean un prolongado tiempo en capacitar y perfeccionar a sus líderes. El recambio de un capitán como también la búsqueda de quien será el número uno en una empresa puede provocar un estrepitoso fracaso deportivo o costarle millones de dólares a una compañía. Cuando se realiza la evaluación para la designación del postulante, no debe confundirse: alto desempeño, con alto potencial. El elegido debe tener las dos condiciones. Es un error designar capitán a un joven relativamente inexperto y pretender que tenga los conocimientos necesarios como para manejar a sus jugadores bajo situaciones límites. Es tan difícil para una empresa encontrar un CEO competente, como para un equipo acertar con la designación de un buen capitán.
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