lunes, 27 de abril de 2009

Seguridad

Por Rodolfo Michingo O’Reilly (*)

Los sistemas defensivos fueron trabajados al máximo para achicar esa ventaja injusta que, desde el reglamento, le había sacado el ataque. Los sistemas defensivos parten del supuesto que la pelota es irrecuperable a través del tackle. Nos ponemos lo más plano posible para que no nos perforen. Sólo el equipo defensor recuperará la pelota si el equipo atacante comete un knock-on. Este equipo juega al “pick and go”. Situación generadora de marmotas. Hoy, los partidos parecen “catch con pelota”. Visualmente, salvo excepciones, el juego es un plomazo. Y pensar que los patrocinadores anhelaban “jogo bonito”.

A todo esto, en el centro de este burdel hay un hombre, el árbitro, que se presume está para dar una mano a los que juegan. Se la pasa dando explicaciones de lo inexplicable y haciendo señales como un agente de tránsito en un día de apagón en el Obelisco. Pobre, siempre tiene la culpa de algo.

Pero, desde hace poco, desde la temporada pasada, creo, la cosa se tornó demencial. El juego mismo creó la figura del “pescador”. Nuevo rol del jugador de rugby. Es el que intentará, ante la perversidad reglamentaria, poner la cuota de justicia equitativa que el tackle, por si solo, no ha logrado. Tratará de traer para su lado, para su equipo, la pelota que, arteramente, al amparo de una norma legal injusta y contraria al espíritu y a la historia del rugby, ha preservado el equipo que atacaba. A pesar de haber llegado primero al lugar de los hechos, este joven está desamparado y en peligro. Está gravemente expuesto a quedar lisiado de por vida. Si, así como lo digo. Ya hay casos desoladores. Espero que mis nietos, de persistir esta regla, no jueguen al rugby.

Nunca creí que el reglamento que durante más de cien años fue conformándose sabiamente y al que muchos hombres le incorporaron lo mejor de sí, fuese capaz de contener tamaña locura. No sólo está expuesto a caer de cabeza por el empuje de los suyos, sino que, legalmente, puede ser embestido por los que llegan en apoyo del tackleado. Esto es criminal. Su posición, para la búsqueda de la pelota, con el cuello doblado hacia abajo, es absolutamente más peligroso que la circunstancia que se les presenta, a los primeras líneas, en ocasión del colapso del scrum. Felipe Contepomi, en el último test con Gales, en Velez, estuvo a un tris de tener una lesión irrecuperable. ¿Qué esperamos? ¿Seguir generando cuadriplejicos?

El rugby tuvo pocas lesiones en su historia porque, siempre, se sabe de donde viene el golpe. Todos sabemos que los peores cimbronazos son aquellos que ocurren cuando el contacto no está dentro del campo visual que contiene la pelota. La cuestión descripta se potencia en las divisiones juveniles. Los músculos del cuello que defienden las cervicales aún no se han desarrollado.

Es necesario que la Unión Argentina de Rugby alguna vez se haga oír en los foros competentes. Debemos darnos una política al respecto. No comernos la galletita de que nosotros carecemos de la técnica individual para jugar esta faceta del juego. La cuestión está demencialmente resuelta por el reglamento. Hay que ir con la solución a donde sea y ésta, se me ocurre, no es otra que volver a la equidad perdida cuando se devaluó el tackle como herramienta de la defensa para el recupero de la pelota, convirtiéndolo en auxiliar servil del ataque monocorde y poco creativo: LA PELOTA NO PUEDE SER JUGADA NI POR EL TACKLEADO NI POR EL TACKEADOR. AQUEL DEBE SOLTARLA Y DEJARLA EN EL SUELO SIN REALIZAR MOVIMIENTO ALGUNO.

El problema hay que plantearlo descarnadamente, con todas las letras, si es que creemos que el rugby puede seguir siendo un medio para mejorar a las personas que lo juegan, más allá de los embates que sufriera los últimos años.

Septiembre de 2006.

Agrego, junio de 2008.

A las circunstancias apuntadas en estos dos últimos años se hizo costumbre en nuestros jugadores, copiando lo que ven por televisión, la practica del “bridge”. El portador es tackleado, cae de frente al contrario y, para preservar el control de la pelota, apoya su cabeza en el suelo deslizando la pelota por entre sus piernas para ponerla disposición de su equipo que ganará el ruck sobreviniente. Tan o más criminal que la situación del “pescador”. A las pruebas me remito.

(*) Ex entrenador del CASI y de Los Pumas. Fundador y entrenador de juveniles del Virreyes Rugby Club. Michingo me envió este texto que considero de importancia para instalar otro debate necesario en el rugby argentino, ya que hace a la seguridad del juego.

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